A little part of my world

28.7.15

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-Me gustaría tener el coraje… -Susurró la joven, tras lo cual alzó sus pupilas, las cuales habían estado posicionadas en el suelo durante un prolongado período- El coraje de abrazarte a ti como he abrazado a tantas personas a lo largo de mi vida… -Su mirada volvió a perderse, esta vez en la lejanía, en la oscuridad plena del cielo nocturno- El coraje de amarte tanto como he amado a otros seres…

Presionó sus finos dedos contra las palmas de sus manos con fuerza., y perlados hilos de agua salada comenzaron a desbordar por sus mejillas.

-Me gustaría tener el coraje… -Volteó, y así fue como capturó la imagen de su reflejo.  En él supo encontrar al ser con el que se sentía más en deuda, aquel al cual había abandonado tantas veces, y vuelto a encontrar de forma más mecánica cada vez. Cada vez más “funcional” a su entorno. - Y  prometerte que volveré a avivar la llama de tu curiosidad, de tu inocencia, de tu deseo artístico de expresión.

Se incorporó, y paso a paso se dirigió hacia el espejo, observándose cada vez más de cerca. Hasta detenerse a escasa distancia del mismo.

-Yo sé que puedo –Le dijo a su gemela reflejada- En verdad lo deseo.

Sus muñecas se encargaron de desplazar las lágrimas de su blanca tez, y así, permitirse ver su semblante, una vez más, no obstante con una sonrisa, que, desde sus comisuras comenzó a formarse con una llana lentitud, casi con esfuerzo, pero bien desde adentro.

-¿Me acompañas, una vez más? -Inquirió entonces, como una pregunta retórica, sin buscar una respuesta sonora.

 Ella supo entonces que la decisión estaba en ella. 
Que la única que podía reanudar aquella conexión que sentía debilitada, era su propia alma.
Solo debía proponérselo.
Tan solo se trataba de abandonar las excusas... Y ser.
Ser ella, con plenitud.
Sin más etiquetas, logotipos.
Sin más olvidos o ocultamientos.

Ser lo que se es, lo que se fue, y lo que se será, sin más dilaciones.

Reanudar la canción que alguna vez pausó.

Y escuchar la bella melodía del transcurrir por completo a su modo. 

El único modo para ser verdadera y prolongadamente feliz.

10.11.13

Tenacidad.




Celestine sintió como cada poro de su piel hervía, cada uno de los filamentos energéticos de su cuerpo temblaba, y algo indescriptible hacía de marco en su pecho para dar lugar a la sensación de que todo había cambiado.
Quizá y la situación fáctica a su alrededor tuviera identidad con lo que ella había percibido hasta instantes atrás.
Tal vez y desde alguna visión no habría habido más que una confirmación.
Pero ella, su yo construido, el cuerpo que habitaba, y su alma, al unísono eran conscientes de todo lo que estaba por acaecer.
Alzó su mirada y observó en derredor. Estaba rodeada por belleza.
Las copas de los árboles se mecían con el pasaje del viento, las herbáceas sobre las que ella se recargaba sigilosamente se mostraban acariciar a partir de la brisa, dotándose de mayor vida que la propia, aquella de la que se encontraban impregnadas.
Esas tonalidades verdes que tanto amaba habrían capturado su atención una vez más cuando sus pupilas se posaren en ellas, como tantos atardeceres, si no fuera por el movimiento que había en el interior de la fémina.
Levantose de pronto, casi sin dar orden a sus músculos y la languidez de su delgada figura de pronto pareció desaparecer, dando lugar entonces a lo que fuere el surgimiento de un nuevo ser.
Y su mirada, tan impregnada de ternura, inocencia y bondad, dejó lugar la lozanía, de la cual también se tiñó su rostro cuando una honda carcajada nació de su garganta y se esparció por el lugar.
Rióse con ganas, casi con furia, permitiendo que su fisonomía toda se movilizase al compás del carcajeo, y fue entonces, cuando decidió emprender aquel viaje que jamás hubiera imaginado comenzaría.
La transmutación de cada fibra de lo que a ella le parecía su esencia, suave como el algodón, en el volcán en erupción de la bravía.
Si el camino se construye en cada paso del andar, absolutamente todo daría un vuelco entonces, de la X saltaría a la Y y luego y por último a la Z hasta conformarse lo que ella a partir de entonces denominaría:
Tenacidad.

27.3.13

Conocer.




Impresiones mentales recopiladas.
Reacciones desde el inconsciente.
Pensamientos basados,
en experiencias.
Segmentos del tiempo.
Unificaciones estáticas.
Viajes al pasado.
Contacto entre caminos.
Evoluciones entrelazadas.
Profundidad creada.

Carencia.

¿Plenitud?

Conexión.

No te puedo descubrir,  cuando miro no veo en vos sino en mí.
Te recorro con mis pupilas, capturo tus expresiones, sos reflejo.
Tu voz delinea ideas en apariencia externas a lo que me es intrínseco.
Vociferás argumentos tan diferentes a los que suelo esgrimir...
Soy incapaz de afirmar que comprendo cada palabra cuando la exteriorizás.
Que entiendo a qué apuntás cuando te expresás.
Porque yo no te oígo, me escucho en tus vocablos.

Y no se trata de juzgar,
O pormenorizar.
Como algo que podamos abandonar.

Carcazas, disfraces, barreras.
Estamos tan separados.
Serán los cuerpos, la mente, quizá.

Aún no he aprendido a conocer.
¿Alguien lo ha hecho?
Ideo yoes, construyo vos.
Será que sos quién creo que sos,
¿O tan solo me relaciono con el personaje que creé?

Dudaría, quizá aún más…
Si no fuera por aquella extática sensación,
El pasaje de energía desde tu mirada a la mía,
La inmutabilidad de los sentires cuando guardamos silencio y, así, inmóviles por dentro y fuera, ya no nos enredamos.

Y nos entendemos tanto,
Que los paradigmas, ideologías,
Pensamientos, estructuras…
Se autodestruyen.
Vacíos ya de la necesidad de recorrer nuestras máscaras.
 
Y somos, tan solo.
En ese instante.

8.7.12

La inacción



Encerrados entre tempestuosos determinismos, resguardándonos a la vera de una comodidad que disfraza la real desdicha, hemos de vivir complacidos por nuestra máscara que regala expresiones de jolgorio a cuanto sujeto pase, aún en aquellos momentos en los que más nos hemos de alejar de la propia esencia.

Sumidos en la vana crítica y su intemperancia, arropados por la figura de la inacción, hemos de suscitar palabras que a pocos oídos llegan y que al decirse dejan tan solo una efímera cadencia que tras desvanecerse ha de ser olvidada.

Conocedores de los sucesos fácticos, ávidos buscadores de la armonía, luchadores incansables contra la misantropía, reposamos inertes mientras observamos a través de los espejos, que no somos más que los causantes de aquello que nos conturba.

Una y otra vez batallamos contra la idea de lo que hoy nos rodea, descreyendo que ésta sea la verdad suprema.
Una y otra vez desconocemos a los nuestros y a nosotros mismos en los accionares cuando nos escapamos, quizá con mayor asiduidad de la que jamás pensamos podría haber, del punto de inflexión.

Y es así como vociferamos entre los nuestros y por diferentes medios que todo, con necesariedad, ha de detenerse pronto.
Qué así no es como debería de funcionar, que cada día hay mayores cuestiones que aclarar, e incluso modificar.

No obstante aquello no es suficiente.

¿Cómo ser capaces de elucubrar pensamientos tan elevados y actuar en la sucesión de los días como si jamás nos los hubiéramos planteado?
¿Cómo observar a los ojos a aquellos que en nuestro fuero interno desearíamos socorrer cuando no hemos jamás de llevar a cabo aquel deber?
¿Qué sería de nosotros si actuáramos como nuestra alma nos dicta y abandonáramos tanta pantomima revolucionaria para comenzar la revolución? Para alcanzar la evolución...

Qué sería si nos dejáramos de excusas...

De tanto vocablo bonito que aparentara dar justificación a lo injustificable...

Aún cuando nos parezca imposible, cuando temamos, cuando sintamos que un pequeño gesto no es más que una minucia y que no vale la pena ya que nadie más lo tendrá...

No, no, no, eso que creemos que es poco jamás lo fue. Las medidas no se aplican cuando uno se sumerge en aquel desinteresado hacer...
No, no, no, jamás fuimos los únicos que deseamos con todo lo impuesto romper...

Pero es que si tanto hablamos de lo que ha de perturbarnos, si tanto deseamos que se haga el bien en el mundo, en todas las formas posibles, con todas las ideas de «bien» que puedan haber, y que sí, son muchísimas y diversas...

No podemos quedarnos esperando un héroe.

No existen héroes.

Los próceres ni siquiera lo fueron.
Las figuras más reconocidas a escala mundial tampoco.
Todos ellos eran iguales a nosotros, pero con una sola e importante diferencia: decidieron abandonar el abandono, hacerse cargo de su realidad, de su vida.
Y es que nosotros no necesitamos ser figuras para lograr nuestras metas.
Ni reconocimiento.
Ni prensa.
Ni audiencia.
Ni que nos halaguen o vituperen para conseguir más adeptos a la causa.

Cuando uno se compromete con la misión que tiene en su vida, más allá de aquella idea acotada de que estamos aquí para servir al sistema siguiendo un ciclo que en pocas palabras, se podría definir por trabajar, procrear y morir, uno es inspiración para que el resto de los mortales también lo haga.

Y así va sucediéndose la cadena.

Todo lo que nos disgusta no sucede porque sí, tampoco por que el gobierno de turno es un ente malvado que corrompe nuestra sociedad de iguales, los representantes también son humanos, y siguen la línea que se ha llevado desde hace tiempos inmemoriales y que hasta hoy no hemos intentado modificar. 

Sus acciones no son nuevas a nuestros ojos, ya que en parte, nos vemos reflejados en ellas. 

Lo que sucede lo creamos, día a día, al conformarnos, o demostrar inconformismo tan solo a través de palabras sin accionar.

Estamos a tiempo.

29.3.12

El anhelo de permutar.


Suave escrutinio de la propia voluntad,
bosquejo de duda ante los motivos que subyacen de aquella fémina arrebatada.
La complejidad que acaece a su figura, entreverada con la singularidad de la persepción, del pensamiento, de la acción.
¿Cómo buscar cambiarle, cuando ella es tan solo una súbdita de nuestro interior?
Sería deber de adentrarse en aquel laberinto tan único como infinito, que vive en el ser.
Pergeniar nuevas respuestas para el acontecer, reestructurando todo lo que uno es.

Ardua tarea para llevar a cabo, ciertamente,
En ella se sucederían vidas.
Más por ello es que podría afirmarse tiene sentido.
Del empeño deviene el bienestar.

18.10.11

É c r i t u r e

Elucubrando tácticas, con el objeto de regresarte a mí, incesante deseo de posesión, del transe que acaece cuando así  te apareces, con un poético gesto de llamado, el cual me lleva a aferrarme de ti sin dilación, ni más preámbulo, a aceptarte casi con devoción.
Eres tan mío como la sonata más apacible, más me vuelves intranquila, cuando no has de volverte elixir en mis venas, dueño de mi mente, cada vocablo, cada palabra que he de osar proferir, no mediante mi voz, sino, de la tinta.
Pues cuando no me honras con tu presencia, caigo en un foso, un sombrío sitio donde las sílabas cuentan con una cadencia tan larga, como los momentos de creación se vuelven, extensos e infructuosos, solo un lánguido reflejo, apenas si perceptible, de lo que tú logras cuando me acompañas.
Como una musa silente, sin nombre, sin rostro, cuando he de llamarte con locura, desenfreno, una necesidad abrumadora, de sentir la magia de tu roce, de que poses tu mano imperceptible sobre mí, y así indiques ya no el sendero, sino como encaminarme por él… y me concedes aquel deseo, es que reconozco, en las profundidades de mi mente, que he de necesitarte tantas veces como respiraciones requiera para sobrevivir.

Podría reducir el origen y porqué de la plegaria que he de dedicarle a la vida para que te presentes en el instante mismo en el que decido dedicarme a lo que tú conciernes, a un fundamento que acaece a todo lo que tocas… Y es que si jamás hubieras venido a mi encuentro, con certeza ante cualquier escrutinio afirmaría que me hallaría vacía. 
Me dotas de voz cuando las cuerdas vocales no bastan, e imperas en esta facción de mi existir que no es más que uno de los escasos rostros de lo que me es esencial.
Ya que mi esencia ha de componerse de un minúsculo cúmulo de cuestiones, en gravedad disímiles, entre las cuales pocas he de poder distinguir con verdadera claridad… Y el escribir, dentro de ellas, es la que en mi ser se halla en mayor medida manifiesta.

Y ahí es donde pasas a tomar el rol principal, de la mano de la autora: Eres la inspiración del ser creativo que habita en lo profundo de mi ser, arraigado por siempre a mi interior, que espera impasible a ser asistido, para comenzar el camino hacia la gloria del imaginario, infinito ente sin forma al cual sólo se es accesible de manera parcial... hasta que entre susurros deshaces sus barreras.

19.3.11

Hay días (Escribir es...)


Hay días en los que se amanece cansado, desganado, con esa singular sensación que adormece nuestros sentidos para dejar como único sentir latente a aquella necesidad infructuosa de dejarse caer en el lecho, y permitirle al tiempo que se escape, sin emitir queja alguna, ni razonar los porqués de ese pesaroso sentimiento ¿Sentimiento? Esa falta de sentires. Ese deseo de no realizar actividad alguna, cual ente inanimado. Quizá en un vago intento de ralentizar el tiempo, atarlo a nuestro ser, como si al detenernos pudiéramos jugar a hacer lo mismo con él, por más de que lo sepamos imposible.

Hay días que las imposibilidades no parecen existir. Apenas observar nuestro reflejo sabemos que esas dieciséis o diecisiete horas que nos quedan serán vitales en nuestras vidas, puesto que todo aquello que alguna vez temimos ser incapaces de realizar, estará al alcance de nuestras posibilidades. Es el día dedicado al cambio, es ese día en el que nos sumimos en el hacer, sin observar hacia atrás, olvidando el descanso, de manera tal que puede ser ese día, o el siguiente, o el otro, y ni la más mínima curiosidad nos hace dar cuenta de ello.

Hay días en los que nos volvemos curiosos cual niños, días en los que se agolpan las preguntas en nuesta mente, que indagamos sobre todo aquello que pertenece a nuestras vidas, que observando y observando, los interrogantes se van generando, y uno intenta responderlos, aún cuando sólo se traten de preguntas incoherentes, poco provechosas, o mismo, existenciales. Como aquellas que los poetas han de realizarse al utilizar metáforas embelleciendo sus creaciones.

Hay días en los que se amanece poeta y las palabras fluyen, cual bravo torrente de un manantial, deslizándose sobre la aparente lisura del camino que el agua traza, y volviéndolo sinuoso, serpenteando las ideas sobre la suavidad del papel, embadurnando de tinta las hojas, deshaciéndose en vocablos con mayor o menor sentido, pero igual causa: Esa inspiración que surge, silenciosa y nos llama a crear. Abandonarnos en el arte, deshaciéndonos de las ataduras de la rutina, para sumergirnos únicamente en lo que él es y nos lleva a ser.

Estos últimos, son los más impredecibles, son los que pueden comenzar cuando los párpados se abren tras una noche entre imágenes subconscientes, justo cuando vas por la página ciento noventa y nueve de tus apuntes, o mismo, en medio de la noche, en aquellos momentos donde se pierde la noción de la realidad, en una especie de intercambio que se realiza, tácitamente, con aquellas inventadas, o quizá, solo con el ritmo de la música.

Una frase nace en la mente y se adueña de ella sin ningún escrúpulo. Aquella que te detiene, bruscamente, en medio del caminar, y te acerca a la birome, al papel, o al teclado.

Y entonces escribís casi sin ver, casi sin pensar, casi con locura. O más que casi, , con locura.

Porque la escritura es desenfreno, es derrumbar barreras, es la expresión de las profundidades más complejas de nuestro ser, en palabras.

Es dejar la propia impronta en un espacio que antes estaba vacío. Es el poder de llenar los huecos de silencio con la armonía de las verdades propias, de lo único que cada ser lleva con él en su existencia.

Escribir es posibilidad, es magia, es todo lo antes dicho junto y mucho, mucho más.

Es poder comenzar un texto hablando del día a día y los cambios que han de darse en él e irse por las ramas, finalmente, en una especie de labor introspectiva, retratando el crear mismo, volviendo a los orígenes de la propia creación para admirarlos, con total libertad (una libertad tan única como maravillosa).

Y dar cuenta de cuán bellos son.
Bellos, bellos.