A little part of my world

21.9.10

Reflexión


Los seres humanos tenemos un exceso de subjetividad.

Antes de que formulen interrogantes, los cuales creo sería muy común nacieran tras leer una frase de un contenido tan fuerte, cual crítica despiadada que se ha de ver en una columna de opinión, haciéndonos balancearnos en un sin fin de conjeturas, los pensamientos dando paso rápidamente a otros hasta encontrarse en la mar, centro en una tormenta pseudo filosófica, paso a explicar a qué viene lo que he escrito, aclarando y haciendo de esta manera sepan a lo que apunto.

En mi labor de introspección, esa que he de realizar cada día de mi vida y la gran mayoría de nosotros presupongo también, no solo he descubierto que puedo ser capaz de catalogar las vicisitudes de mi ser en facetas y pormenorizarlas, sino saber de aquellos ¿defectillos? en la manera en la que uno encara a la vida, que de corregirlos… con simplemente buscar arreglarlos un poco, viviríamos mucho más a pleno.

Ciertamente una de las características que vuelven singular a la especie humana es la capacidad de abstracción, dicho por filósofos como Cassirer con anterioridad, lo que nos separa de los animales es que mediatizamos el estímulo-respuesta con aquel proceso, aunque muchas veces reaccionamos con escasa reflexión previa, en gran cantidad de ocasiones nos embadurnamos de pensamientos hasta que nuestra mente pide tregua, que de una vez abandonemos las cavilaciones para lanzarnos al hacer; O mismo, cuando ya hemos tomado determinaciones, en el proceso de la espera de lo que acontezca como resultado de las mismas, no bastan pensares puesto que en nuestra mente la evaluación de las alternativas, posibilidades, dudas junto a quizá, también, arrepentimientos, obnubilan nuestra capacidad de raciocinio calmo.

He ahí la cuestión.

“¿Lo hago?” “Pero si hago tal, pasará cual” “No sé si…” “¡Lo hago!” “No, pero…” “Mejor dejo de pensar y me ‘arriesgo’ ”...
Luego...

“¿Y si hubiera actuado de otra manera?” “¿Porqué lo hice?” “¿Y qué pasará ahora?” “¿Y si arruiné…?” “Habrá pensado que…” “¡No debería hacerle caso a mis impulsos!” “Ahora pueden suceder dos cosas, una… o otra…” “¡¿Cómo soluciono esto?!” “Me arrepiento, me arrepiento” … Y similares. Son aquellos pensamientos que irrumpen en nuestra mente a diario.

Es cuando uno se pone a meditar realmente sobre cuánto tiempo malgasta evaluando
esas cuestiones (muchas veces nímeas), que da cuenta de que si pudiéramos
dedicarnos a vivir abandonando en gran parte las conjeturas infructíferas, y
remordimientos inútiles, aceptando las consecuencias de nuestros accionares y
teniendo en cuenta que los otros, como individuos, son diferentes y por ende siempre
podrán reaccionar de manera imprevista, o quizá si prevista pero no agradable…
Seríamos mucho más dichosos y contaríamos con un tiempito extra para dedicarnos a
algún menester de importancia, hobbie o simplemente a observar las estrellas y
deleitarnos con su lumbre.

Al fin y al cabo, aunque cueste asumirlo, las posibilidades, en cuanto a los
vínculos humanos y ¿porqué no? La vida misma… Son infinitas. Y aunque queramos
creer que contamos con una bola de cristal para prevenir todo lo que nuestras
acciones pueden llegar a desencadenar, la realidad es que, pese o no, no contamos con
la posibilidad.

Y eso es lo que le da gracia a la vida.

¿Qué tal, entonces, si asumimos que el vivir es tomar constantemente decisiones y
esperar que ellas nos lleven a donde deseamos, pero sin menospreciarnos si eso no
sucede?
¿Y que muchas veces podremos tener equivocaciones, ya que eso es algo inevitable,
porque estamos en constante aprendizaje, y siempre y cuando que realmente aprendamos
de ellas (Y no sean aberrantes, claro) tendremos derecho a cometerlas?

No nos inhibamos por miedo a perder, dejémonos ser…
Volvamos sencillo esto que, sí, lo es por naturaleza, pero siempre hemos de
complicar.

Dejemos lo complejo a lo que realmente lo requiere.

18.9.10

Atributos


El universo contiene "cosas", por ejemplo "yo", "Londres", "rosas", "libros ingleses
viejos", "la carta que recibí ayer". Las "cosas" tienen "atributos", por ejemplo
"grande", "verde", "viejo", "que recibí ayer". Pero los atributos no pueden andar
solos, no pueden existir si no es en las cosas. Una cosa puede poseer muchos
atributos; y un atributo puede pertenecer a muchas cosas. Así la cosa "una rosa"
puede poseer los atributos "roja", "perfumada", "abierta", etc; y el atributo
"rojo"puede pertenecer a las cosas "una rosa", "un ladrillo", "una cinta", etc.

(Lewis Carroll 1988)

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Muchos de los atributos que ligamos a lo que nos rodea son puramente subjetivos.
Aunque claramente otros sean facticidades.

Solemos constantemente añadirle adjetivos a lo que descubrimos, sea en las sorpresas
del día a día o en aquello que solemos frecuentar.
Es simplemente inevitable.
De esa manera es como inconcientemente buscamos desenmascarar la realidad de cada
objeto o ser que en nuestras vidas se entrometa.
Con lo material, claro está, que se vuelve un trabajo más sencillo. Con palparlo,
verlo, en algunos casos saborearlo, oírlo, basta para hacerse una idea certera de
sus características.
¿Pero con los seres? ¿Lo viviente?
¿Cómo cruzar con evaluaciones la barrera de los pensamientos ajenos para internarse
por completo en su existencia y así conocer cada uno de sus atributos?
Es imposible.
Queda entonces solo contentarse con las percepciones parciales, con las elaboraciones
mentales que hemos de hacer al tener ante nosotros a quien vive.
Y fiarnos de eso, una desición que tomaremos, finalmente, siempre, porque así es
como se nos han de presentar los hechos en nuestra realidad.
Adorar, menospreciar, precisar o prescindir de quienes por sus accionares conquistan
nuestro espíritu o le ahuyentan, pero sobre los cuales jamás sabremos la totalidad,
debido a la inaccesibilidad de sus cavilaciones.
Mediatizadas nuestras determinaciones por el velo tan propio que cubre nuestra
visión, volviéndola de diferente enfoque, con una perspectiva irreproducible…
Nuestro mismo ser.
Tan o más insondable que los demás.

12.9.10

Cifrado


Encuentra su destino en una hoja de papel.
Esa que arrugada, le llama a hacerla cubrir.
Los versos fluyen de su ilegible caligrafía.
Oh bella, desordenada e inspirada poesía.
Un texto con miles de matices
Todos entreverados en una única idea…

La del amor.

Ella escribe como quien sabe,
Pero no experimenta.
Solo en ese instante es en el cual,
Ese viejo sentimiento logra subir desde su estómago,
Y tomar posesión de su pecho.

Quizá un eco, tal vez solo una burda copia…
De aquello que alguna vez fue capaz de vivir.
Pero aún así tangible.

¿Las palabras influyen?
¿O es algo más?

Si ella parece incapaz de situar a una persona en su mente,
De prescindir de millones de seres…
Para únicamente abrazar a uno en sus ideas,
Pergeñando conclusiones desde ellas…

Se trata de un deseo,
De una premonición,
¿O simple redención…?
Sea lo que sea, se abstrae en esa sensación.

Sus párpados, cual cortinas caen,
Y la sumen en la delicia de la oscuridad.
Dejándola convivir, sola, concentrada, con la emoción.
Para deducir así si se trata de una realidad.

Pregunta a su fuero interno,
Cual si le fueran a contestar,
Y es ella misma la que logra deducir,
De parte del silencio.

Sonríe, suave, con deleite.

Concluye lo que solo ella habrá de saber.
Y como si regresara a la vida, vuelve a observar a su alrededor.
Las luces y todo su resplandor.

Sus labios esbozan vocablos,
Algo quizá similar a una afirmación.
Y como si se hubiera hallado componiendo una canción…

Cierra el texto en dos palabras.
Disonantes, pero plenas de significado.
Un sí, puedo…
Pero cifrado.

9.9.10

Vivo


Suave, cual rocío, esa sensación tan gratificante se va enraizando en mi ser.

Aquellos sentires que alguna vez poseyeron mi cuerpo y que hoy, y tal vez, hace
muchas lunas, decidieron escaparse a través de las heridas de mi corazón, los
quiebres en mi alma… Curiosean las que poco a poco se vuelven sólo estigmas, y
rozan con su cálida presencia mi interior, para embargarme en ellos y causar que
disfrute casi hasta del mero respirar.

Me dicen en susurros casi inaudibles que algunas decisiones en la vida nos marcan y
también, otras, nos liberan…

Y así es como yo poco a poco voy abriéndome de nuevo ante el mundo, volviéndome
perceptiva una vez más, sonriendo con mayor sinceridad, siendo un tanto más vivaz.

Esa chispa me enciende, me reanima, con el correr de los días.

Ya no soy quien hace la pantomima de alborozo, cuando lo que siente no es más que un dejo de ello, un reflejo de lo que hace tiempo podía yo vivenciar.

No, es ahora cuando encarno a esa mujer tan receptiva que ya habitaba dentro de mi,
sí, pero encerrada entre paredes acolchadas que le hacían estar cómoda y
olvidarse, en aquella celda interna, de que en realidad, fuera de ella, en cada poro
de mi piel, en cada órgano de mi cuerpo podía hallarse aún mejor.

Afirmar algo así como un “estoy viva” sería una obviedad, perderme en verdades
transitorias y que carecen de significado más allá del ser.

Y claro, negar aquello también se trataría de una tontería, un juego de palabras,
un intento de metáfora infructuoso.
No, no, sí, sí…

Respiro, hablo, canto, tiemblo, lloro, río, siento, vivo.

Y lo que es mejor, ahora liberada de aquellas ataduras maquiavélicas que sin
desearlo había terminado por colocarme, como de manera inconciente, aunque
tácitamente sabidas por mí…

Cada vez toda vivencia, cual deliciosa ambrosia, me satisface más, debido a que,
más vívida cada sensación, ya no atrapada, temerosa de hacerse presente, ello me
demuestra que existo y soy capaz de sentir.

Lo que alguna vez, fui capaz de dudar.

Y también creí imposible de volver a lograr.

8.9.10

Subconciente


Los momentos vividos generan cadencia de imágenes, de realidades que se abstraen
para llegar a poblar mi inconsciente, ese sitio tan ruidoso y caótico que cada día
ha de sorprenderme más.

Un laberinto teñido de sensaciones, sentimientos, que desbarajustan mi corazón e
intentan embriagarme, de manera tal que mis sentidos pierdan su capacidad de
distinguir y se vean embebidos de caracteres que jamás hubiera pensado llegarían a
tener.

Espectros surgen en cada embrollado camino, fantasmas de lo que es mi vida cotidiana,
el lío de pensamientos y creaciones imaginarias.

Cuan aciago puede resultar saber que todo lo vivido en esos lugares en mi mente,
ajenos a lo que sería la lógica, parte de lo tangible, lo fáctico, no es más que
una fantasía en demasía verosímil.

La inmensa alegría que poseo también a veces, cuando esas vivencias se descubren
como ilusiones, cuando el pasaje turbio y casi lúgubre de lo que solemos llamar
“pesadilla” me hace aclamar por algún que otro hecho fidedigno.

¿Y de dónde? De dónde surgen esas historias que mi mente ha de contarle a mi
cuerpo inerte, sumido en el sopor del sueño...

Y porqué los contenidos de ellas son tan complejos, me inundan de emociones, me
hacen tiritar, sollozar, detestar y a su vez adorar a la inaccesibilidad de mi mente,
a la cual conozco mucho menos de lo que desearía.

Y una y otra vez que me descubra sabiendo de mis deseos, mis miedos, mis realidades,
variedades con o sin sentido.

Cómo buscar explicaciones ante algo tan evidente en ciertos puntos y cual paradoja,
insondable en muchos otros.

Podría quizá Morfeo enumerarme soluciones a este enigma para acallar mis
cavilaciones sobre lo soñado cada día…

¿O deberé contentarme con desentrañar mediante el arte de la dialéctica la verdad
en lo incognoscible en su totalidad?

Más y más cuestiones que soy incapaz de dirimir de forma correcta.

Solo queda apelar ante las fotografías subconscientes y dejarme llevar por lo que mi
opinión y reflexión descifre casi cual si filosofara, sobre ellas.